Llamé a Myriam por teléfono y me había contado desde Petaj-Tikwa que su hijo Marco le había estado escuchando de forma peculiar, mirando fijamente al techo, con sonrisa dibujada en el rostro y atendiendo mucho a cada una de sus palabras, pero sin hacer el más mínimo comentario.
Ella, cristiana católica, se atrevió a decirle a él, judío ortodoxo, que la Sinagoga sin Sacramentos estaba desangelada, sin vida, que debía conocer ya el primero, cuya institución la comenzó Jesús cuando fue bautizado por el Bautista en el Jordán. Esta actitud de mirar al techo para no distraerse me la había referido Myriam sobre una señora que cuidaba, que también reproducía la misma actitud al contarle ella historias curiosas de su Ceuta natal. Parece que lo de mirar al techo para concentrarse, es una costumbre típica de aquellas tierras. “Creo que vamos bien”, he pensado…..Juan, Santiago, Pedro y Andrés, han acompañado al Maestro hasta la puerta de la casa donde se hospedaba. Al día siguiente Juan fue a por Él, pues habían proyectado ir juntos a Jerusalén. No obstante, le traía noticias de Pedro:”Te suplica que pases por Betsaida, ya que habló de Ti a muchos; quieren conocerte y oírte. Nosotros no hemos pescado esta noche, pues estuvimos orando. Y por la mañana fuimos hablando de Tí a las gentes”. Jesús acepta, pero antes quiere ir a Nazaret para ver a Su Madre. Juan le dice que Pedro lo llevará en su barca desde Besaida a Tiberíades, así ahorraría tiempo. Jesús coge Su manto y toma la alforja que enseguida le quita Juan para llevársela. Es ya la puesta de sol, se despiden de la dueña y se marchan. Estuvieron caminando toda la noche. Los tres apóstoles les esperan a la entrada del pueblo, al amanecer.-“Aunque no es sábado, ¿no podrías hablarnos, Maestro?” ¡Tanto como nos gusta oírte!”.-“Hablaré en tu casa, Pedro”, y éste se llena de júbilo… Allí están Porfiria (mujer de Pedro), la madre de Juan, algunas amigas y familiares. “Esta misma tarde Me voy, pero antes hablaré a los que vengan”. Pedro ruega a Jesús que duerma en su casa esa noche, y descanse antes de emprender el largo camino. Es una casa sencilla y familiar. Una vez más el Maestro die SÍ y todos se llenan de alegría. La casa de Pedro está llena de redes, cuerdas y canastos de pesca. Hay un pequeño huerto con higueras y vides al fondo, que linda por una valla con la casa de al lado. Pedro Le ofrece todo lo que tiene con mucho amor. Le dan a Jesús una jarra de agua fresca, pan y aceitunas, que come, con agrado, aunque pronto se sacia. (Este detalle me recuerda a la primera vez que fui a Israel con mi hija Esther , entonces, de once meses. Hacía mucho calor en el mes de julio. Sólo tomó este alimento y algunos yogures)… Los chiquillos revolotean alrededor de Jesús y Pedro les echa una mirada fulminante, pero el Maestro le dice:”¡déjalos!”. Jesús toma un descanso en la estancia superior, que es una terraza con hojas de parra haciendo de techumbre, para evitar el sol. Al fondo se divisa el lago azul. Sopla una brisa suave, y se envuelve todo ello en un silencio necesario. “¡Decid que hablaré cuando el sol se ponga!” Pasa Él algunas horas apacibles, serenas, al fresco de aquel lugar. Jesús está contento. Se levanta, ve jugar a los niños en la plazuela y sonríe. Baja a la cocina donde se preparan alimentos. “Mujer, voy a caminar por la playa”, dice a Porfiria. Los niños corretean ahora por allí y Jesús les pregunta:” ¡Qué estáis haciendo?”- “Queríamos jugar a la guerra, pero éste quiere jugar a la pesca. En la cara de aquel chiquillo brillaba la luz, pero su cuerpecito era debilucho. Jesús aprovecha la ocasión para hablarles. –“Mirad, la guerra es el castigo de Dios a los hombres, Cuando el Altísimo creó el mundo, lo hizo todo: sol, mar, estrellas ríos, plantas, animales…pero no hizo las armas. Le dio al hombre ojos, que mirasen con amor, oídos, boca, manos, pies y corazón con capacidad de amar. Le dio inteligencia, palabras, afectos…Pero no le dio el odio. Por ello, no debemos querer el mal que daña el alma. Este niño ha entendido el Mandamiento principal. ¿Recordáis cual es el Mandamiento principal?” Y todos dicen al unísono “Amarás a tu Dios con todo tu ser y a tu prójimo como a ti mismo”. Se alegra el Maestro del conocimiento de los chavales y pregunta el nombre del delgaducho. “Joel es mi nombre”. “Sí, y es el más adelantado de todos nosotros”, agrega uno de ellos. (Los estudios se fundamentaban en el conocimiento de la Ley principalmente). Y les pregunta:”¿quién de vosotros quiere ser santo?” Y todos lo quieren. “¿Amaréis a vuestro Mesías?”.- “Sí, Tú lo eres, lo dijeron Simón y Juan. Y nuestras mamás. Queremos ir contigo”. “Os llevaré un día, mientras deberéis ser buenos, con oración, estudio, trabajo y obediencia”. Todos a Su alrededor parecen una flor de muchos colores. Se acerca entonces un hombre de cierta edad y observa en silencio. Jesús lo mira fijamente, con cierta seriedad y él se sonroja. ”¡Ven, sígueme!”.- “¡Sí, Maestro!”. Bendice a los niños y se marcha con aquel desconocido. En realidad, Jesús sí lo conoce. Es Felipe de Betsaida. Llegan al huerto de la casa y Jesús le pregunta:”¿Quieres ser Mi discípulo?”- “Sí, lo quiero”. –“¿Qué sabes de Mí?”-“Yo suspiraba por ver al Mesías y Andrés me dijo “Aquel por el que suspirabas ya está aquí”-“Tu esperanza se ha cumplido”.-“¡Maestro mío y Dios Mío!”.-“Eres un israelita recto. Tu amigo Natanael también es un israelita sincero. Ve y dile:”hemos encontrado a Jesús de Nazaret, hijo de José de la estirpe de David, Aquel de quien Moisés y los Profetas han hablado. ¡Ve!”. Y es que Natanael, (cuyo significado es “me lo dio Dios”) se había burlado antes, cuando le hablaron que habían encontrado al Mesías, diciendo:”¿de Nazaret puede salir algo bueno?” Por eso Jesús se queda esperando a que regrese Felipe con su amigo…
Bibliografía en la siguiente historia.