Con las primeras y con los segundos nos dice el Gobierno que se va a defender para no tener que pagarle a Jesús Fortes ni uno de los miles de euros que reclama. Y son muchos, más de 78.000.
Y todo porque la Ciudad decidió echarlo de la Crisol de Culturas antes de tiempo, ya que su contrato finalizaba en marzo de 2016. Vaya. Fortes les ha salido rana, y eso que hasta hace bien poco querían colocarlo en Acemsa. Otro que sumar a la lista de piedras que don Juan va dejando en el camino. Unos más grandes que otras. Fortes asusta con demanda, meciéndose en los brazos de UGT para que le defienda. Otros como Antonio López, amenazan con tirar de la manta mientras preparan entradas triunfales en los juzgados, en una mezcla esperpéntica que parece recordar a los espectáculos que montaba la Veneno en los pueblos de España. En uno le tiraron hasta tomates. A López le dan besos.
A mí, la verdad, me da más bien igual las uñas y dientes que saque la Ciudad. Fortes, como López, son productos de la política. La de ahora y la antes. Mañana puede que con uñas y dientes no se pueda ni siquiera amenazar con el inicio de una batalla. A mí más me duele el origen de esa pantomima llamada Crisol. Cómo se tuvo valor de sacarse una Fundación de la manga que no ha servido para nada, sólo para pagar sueldos y para llenar el discurso que gusta a determinado sector pepero, el que parece estar dormido pero siempre se crece con las leyendas urbanas que todavía gustan a sus dinosaurios.
Todavía recuerdo a Yolanda Bel en uno de sus últimos plenos defendiendo a capa y espada la validez de la Crisol. A cuánto son capaces de prestarse algunos... Ahora la Crisol se esfuma como se esfumaron los gastos con cargo a las arcas municipales... Lo que mal empieza mal acaba. Y lo peor es que estos no son más que un par de anécdotas. Tiempo al tiempo.