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¿Crecer lo es todo?

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En columnas anteriores ya había mencionado alguna vez cómo la economía colaborativa y la creciente digitalización a menudo implica, entre otras cosas, un importante incremento de la eficiencia.

Además, esto a menudo sucede a una gran escala y con un potencial que seguramente no se haya visto desde la revolución industrial. En gran número de sectores se está apreciando cómo el compartir, la digitalización y los modelos P2P (de persona a persona) lo están cambiando todo. Como viene sucediendo en los últimos años, se prevé que la adopción de estas tendencias siga creciendo, y quizás este incremento de eficiencia a gran escala signifique que necesitemos por ejemplo fabricar menos cosas, menos coches, menos construcción, menos trabajos y menos crédito. Todo esto podría conllevar a un decrecimiento económico continuo, ¿pero es realmente tan preocupante como suena?
Seguramente nos parece tremendamente preocupante porque toda la vida hemos oído hablar del crecimiento del producto interior bruto (PIB) como el objetivo primordial de cualquier país. El gran fenómeno económico desde principios de siglo han sido los países emergentes y más concretamente los conocidos como BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que en general han ido experimentado un crecimiento espectacular. Esto es positivo ya que conlleva modernización, generación de nuevas oportunidades, creación de empleo y sobre todo ha posibilitado que mucha gente salga de la pobreza. Sin embargo, este desarrollo no está exento de problemas como la excesiva población en algunas ciudades, el aumento del tráfico y de la contaminación, inflación excesiva y burbujas inmobiliarias.
Hace ya un tiempo que empezamos a oír cómo algunas de estas economías emergentes están pasando por dificultades, poco a poco fueron más y ahora parece que una crisis de los países emergentes podría causar una nueva recesión a nivel mundial. Gran preocupación ahora se centra en China, incluso se dice que necesita un nivel de crecimiento económico muy alto (alrededor del 7%) sólo para poder mantener sus niveles de deuda y desempleo. Seguramente sea imposible poder crecer a ese ritmo de forma continua y tarde o temprano llegarán los cambios de ciclo. Existen ya muchas voces por el mundo que han llegado a la conclusión de que crecer no lo es todo, y curiosamente todo comenzó en Bután – un pequeño país en las montañas del Himalaya.
En los años 70 el entonces rey de Bután tenía claro que el objetivo principal de cualquier gobierno debería ser proporcionar las mejores condiciones para que sus ciudadanos sean felices, y así se lo hizo saber a un periodista de la India en 1972 cuando éste le preguntó acerca del PIB en Bután. El rey dijo que el mundo estaba obsesionado con mejorar el PIB cuando hay muchas cosas más intangibles que este índice no llega a medir y que cualquier gobierno debería valorar.
Por ejemplo, el PIB sí que llega a tener en cuenta cosas como la deforestación, la compra-venta de armas o el dinero que mueve los programas de "telebasura". Pero en cambio el PIB no considera muchos otros factores más intangibles como la salud de los ciudadanos, la calidad de la enseñanza, la inteligencia en los debates, la ética de los políticos, la sabiduría general de los ciudadanos o la calidad del entorno.
Bután encontró su propia fórmula de cuantificar muchos factores intangibles, y llevan más de 4 décadas midiendo la felicidad de sus ciudadanos a través de un índice que ellos llaman la Felicidad Nacional Bruta (FNB). El método consiste en encuestas para medir cómo se sienten los Butaneses, siendo las muchas preguntas en torno a 9 dominios principales que consideran claves en cuanto a la felicidad: nivel de vida, salud, educación, uso del tiempo, gobierno, diversidad ecológica y resiliencia, bienestar psicológico, vitalidad de la comunidad y diversidad cultural y resiliencia. Los resultados se cuantifican obteniendo un índice de FNB que oscila entre 0 y 1, siendo el número más alto indicativo de una mayor felicidad. Ellos dicen que el FNB se trata de un "reflejo holístico" del bienestar general de su país.
En consecuencia, el gobierno de Bután lleva mucho tiempo tomando decisiones basándose en su indicador de FNB en lugar del PIB – y los resultados han sido muy positivos. Los butaneses cuentan con muchos servicios básicos de forma gratuita como el agua, la electricidad, la educación (en inglés) y la sanidad – estas 2 últimas especialmente han supuesto un progreso importante. Desde que se tomó la FNB como referencia la felicidad de los ciudadanos ha aumentado a la vez que crece la economía, aumenta la esperanza de vida y se conserva tanto la cultura como el medioambiente. Es más, Bután está considerado un paraíso donde 72% del territorio está cubierto de naturaleza. Algunos aseguran que se trata del único país carbono negativo del mundo, ya que en Bután se absorbe 3 veces más cantidad de dióxido de carbono del que emite. Su gobierno también quiere que toda la agricultura pronto sea 100% ecológica.
Con estos datos queda claro que Bután es un gran ejemplo para el mundo, aunque difícilmente replicable en occidente por las diferencias culturales e ideológicas. Sin embargo, en los últimos años este caso ha llamado mucho la atención a medida que numerosas instituciones y países están desarrollando sus propios indicadores de bienestar. Incluso se han escuchado muchas voces de líderes y ex-líderes mundiales, entre los que se encuentran Nicolas Sarkozy y David Cameron, criticando esa obsesión por el PIB y llamando a medir también otros factores de bienestar que el PIB no llega a cuantificar.
A día de hoy el interés por estudiar y cuantificar la felicidad sigue creciendo. ¿Se imaginan un mundo donde se consiga medir la felicidad de las personas y esos datos se utilicen constantemente para mejorarla?


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