El PP debería potenciar mucho más a su ministro de Interior. Persona recta donde las haya, experto en hacer públicas sus valoraciones de la forma más acertada posible. Es un crack. Ya lo era cuando nos metía el miedo en el cuerpo diciendo que iban a venir miles y miles de subsaharianos a saltar la valla, sintiéndose jaleado por toda la comitiva popular. También cuando echaba mano del lenguaje ‘modo-asustaviejas’, ¿lo recuerdan?: ‘esas mafias que van a venir y nos van a comer’. Es que la palabra mafia impone y debe ser que conjugada con otra, inmigrante, integran un cóctel explosivo que gusta demasiado al PP en cuanto dispone de poder. Ya saben, combinación ideal si se quiere argumentar determinadas necesidades y justificar hasta los pinchazos de haloperidol.
Ahora, nuestro Fernández Díaz nos regala otro ‘golpe’ al ensalzar, en plena cumbre ministerial con Marruecos, el “enfoque humanitario de la nueva política migratoria marroquí”. En serio, pasan las horas y sigo intentando averiguar qué ha querido decir el ministro y qué interpreta él por “humanitario”. No lo entiendo aunque lo intente, salvo que los conceptos que aprendí en la escuela estuvieran mermados, cosa que no creo porque en eso de derechos humanos las monjas no solían mentir.
Debe ser que en la reinterpretación de humanidad que hace el PP quepa eso de las detenciones masivas y posterior abandono en el desierto, o eso de ‘vamos a desalojar a unos cuantos subsaharianos de las cuevas prendiendo fuego... que igual no se mueren’... En serio, ¿cuesta tanto no herir al personal?
Uno puede defender las políticas que estime, puede incluso llevar a los extremos sus pensamientos en relación a los inmigrantes. En un mundo de libertades, hasta los imbéciles tienen hueco. Pero uno, y menos siendo ministro, no puede pervertir el lenguaje y la comunicación de tal forma que esté insultando al común del ciudadano, faltando a la verdad con tal de acoplar el mensaje a la realidad que se quiere entender.
Desconocemos aún cómo debe afronterse la inmigración. Europa está alcanzando las cuotas más elevadas de desvergüenza. Hablar de humanidad cuando ningún país sabe qué hacer con lo que se ha etiquetado como problema es, cuando menos, torpe. Fernández Díaz lo fue ayer. No todo vale. No puede ni debemos permitir que valga.