La imagen del 'Rotterdam', que abrió ayer viernes la temporada de cruceros en nuestro puerto, en lo que supone el inicio del despegue de una nueva etapa que parece prometedora, con sus grandes dimensiones, parecía la de un crucero incrustado en la ciudad.
Una proa que daba la impresión de estar a dos pasos del Puente del Cristo. Es la traducción de la idea que siempre ha querido transmitir el presidente de la Ciudad Autónoma de un puerto incordiando en la ciudad, un puerto que forma parte de un todo que es Ceuta, ya que en realidad hoy en día, se confunde donde comienza y hasta donde llega la influencia directa de la Autoridad Portuaria. Nunca ha querido Pepe Torrado que la comunidad portuaria fuera un elemento totalmente disociado de la realidad de una tierra que tiene en ese puerto la entrada y salida natural hacia Europa, hacia el continente del que formamos parte tanto política como jurídicamente aunque nos encontremos en Europa.
La imagen que ofrecía el 'Rotterdam' era la de un puerto que busca nuevamente su hueco en este mercado de los cruceros, después de una etapa bastante difícil motivada por multitud de situaciones que son absolutamente ajenas a las propias directrices que se marcan para el funcionamiento de la entidad portuaria.
Lo que si está muy claro es que el puerto de Ceuta tiene una solera en la recepción de estos cruceros que para sí quisieran otros muchos cercanos y que seguramente multiplican por ocho o por diez el número de barcos que reciben cada año.
Con la colaboración absoluta de la Ciudad Autónoma, a través de la empresa municipal Servicios Turísticos, se obtienen que tanto los pasajeros como las tripulaciones de estas naves se vayan encantados de Ceuta.