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Periodistas, golfos y resurrección

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“El periodismo es una de las profesiones más peligrosas del mundo. Tan peligroso es hacer periodismo en una pequeña ciudad, como en una gran capital”.

Hay profesiones muy peligrosas, pero si te preguntará ¿cuál es la profesión más peligrosa en el mundo? Antes de seguir, piensa en algunas profesiones. Estoy seguro que no acertarás. Pues bien, la profesión más peligrosa del mundo es ser conductor de autobuses en la capital  guatemalteca, porque en los últimos seis años han sido asesinados 1.000 conductores. Era sólo un apunte, hoy vamos hablar de otra profesión, que como la de conductor, no parece arriesgada, pero lo es.
El periodismo es una de las profesiones más peligrosas del mundo. Tan peligroso es hacer periodismo en una pequeña ciudad, como en una gran capital. El reportero local se encuentra que el mismo que lo eleva al altar por un reportaje, mañana te manda al infierno con el añadido de que te lo encuentras en el día a día. El periodista sufre ese amor odio que sufrimos los profesionales de las Fuerzas de Seguridad del Estado, porque buscan y penetran en los escusados más profundos de las cloacas de la sociedad y sacan a la luz a los tiranos que tratan de ocultar comportamientos, crímenes, delitos y fortunas.
Hace años conocimos la filtración de datos de Wikileaks y ahora conocemos la filtración de los Papeles de Panamá. Unos documentos que sacan a la luz numerosos casos de corrupción y evasión de impuestos en todo el mundo, aunque como español nos interesa los corruptos y evasores españoles. Nos interesa y mucho, porque con los impuestos que pagamos y ellos pretenden evadir, se pagan los tratamientos de cáncer de nuestra vecina, de nuestros hermanos y familiares; porque con esos impuestos se hacen colegios y universidades para hacer un país más culto, libre y competitivo; porque se hacen carreteras, pisos de protección oficial, planes de empleo, se pagan proyectos de investigación a nuestros científicos y se pagan nuestras pensiones. Por eso nos importa, o mejor debería importarnos. Sin embargo, a pesar de todo esto que hacía referencia,  hay más interés en conocer e investigar cómo, quien y qué periodistas han dado a conocer esta información, que en saber si las personas que aparecen han cometido delitos y han evadido impuestos a todos los españoles.
Tener una cuenta en Panamá no es sinónimo de intentar evadir impuesto ni ser un delincuente que trata de ocultar los ingresos delictivos, aunque es más fácil y sencillo abrirla en un banco español, porque no necesitas los servicios de ningún bufete de abogados y, sobre todo, de uno tan caro como el de Mossack Fonseca, dedicado principalmente a la gestión de sociedades offshore. Un bufete que ha sido capaz de resucitar al Sr. Paesa, amigo y delator del exdirector general de la Guardia Civil,  dado por muerto hace años y resucitado en el año 2005, según los datos aportados en los papeles de Panamá. Lo que hace el dinero. No me extraña que la gente llegue hasta perder la dignidad por conseguirlo, porque del ultimo resucitado del que tenía conocimiento era Lázaro, resucitado por Jesús gracias a Dios. Lo de Paesa tiene más mérito, porque hasta ahora se desconocía que los abogados eran milagrosos y, mucho menos, capaces de resucitar pecadores de la talla de Paesa.
Uno, como todo el mundo, sufre un poco deformación profesional, es decir, que el paso de los años hace que lo que no es normal lo admitas como algo cotidiano, porque estas harto de verlo y oírlo. Me refiero a cuando eres requerido a la voz de ‘hijo de .., al ladrón que me ha robado’. De pronto se lía el tumulto de personas alrededor de los guardias civiles y los reproches al detenido ‘golfo, ladrón, sinvergüenza, a la cárcel con él’. La ultima vez me ocurrió hace unos meses bajando la cuesta del Morro, el compañero y yo logramos detener al autor y recuperamos hábilmente dos botellas pequeñas de zumo. Poco iba a influir el robo en la economía y la calidad de vida de los españoles, pero la indignación era colectiva.
Hace meses, esta semana y seguro que dentro de unos meses y semanas, aparecerán nuevos nombres, detendrán y condenarán a delincuentes por robarnos miles de millones, no dos botellas pequeñas de zumos.Sin embargo, cuando salgan a los estadios de fútbol aclamarán su nombre miles de personas y los idolatrarán; cuando se abran los escenarios de los teatros los aplaudirán, venerarán y les pedirán autógrafos y cuando salgan de la cárcel le repetirán una y mil veces ‘guapa, guapa, eres la más grande’.
Hablaba de la deformación profesional y, como bien indica la palabra, la deformación no es un buen indicador ni debe admitirse como algo normal, es decir, insultar al delincuente no es un buen indicador, como tampoco lo es aplaudir, idolatrar o bendecir a los que impiden que nuestra sanidad, pensión, nuestras carreteras y nuestro país avancen y prosperen con nuestros impuestos por muy bien que jueguen al fútbol, interpreten, dirijan, canten o escriban.
Las sociedades democráticas progresan y se desarrollan gracias al trabajo de los policías, jueces y  miles de periodistas que se juegan la vida investigando y denunciando corruptelas de delincuentes, muchos de ellos, con una posición social y económica importante que les hacen la vida imposible e intentan protegerse  con importantes bufetes de abogados para desprestigiarlos y denunciarlos para conocer la forma en la que consiguieron los documentos. Ningún periodista, juez o policía espera que se insulten a los delincuentes, pero tampoco que los elevemos al Olimpo, porque en las sociedades democráticas deben funcionar las Instituciones, pero es evidente que el reproche social también debe ser un eje fundamental para conseguir erradicar estas conductas y ese reproche social es evidente que no existe.
Todos debemos poner nuestro granito de arena. Tú también.


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