Nada cambia, aunque la realidad nos la quieran pintar de otra forma. La vigilancia y socorrismo que tendremos este verano en las playas volverá a poner de manifiesto que existe discriminación según el lugar elegido por cada uno para bañarse.
Es así de claro, por mucho que la Ciudad enviara ayer una nota con la que intentar vender la realidad con su prisma. Un prisma que nos cuenta una parte de la realidad no toda, por tanto es un prisma engañoso.
Tarajal y Almadraba tendrán vigilancia entre semana solo por la tarde. Así que si a uno le da por bañarse por la mañana y sufre un percance tendrá que esperar a que le salve el Espíritu Santo. Quizá me equivoque y el Gobierno tenga hecho un estudio sobre los picos horarios en los que se producen ahogamientos. Seguro que sí, no pueden ser tan torpes para tropezar, otro verano más, en la misma piedra.
Discriminación en vigilancia, pero también en calidad. ¿Cómo si no aceptamos que la playa del Tarajal vaya a ser dispuesta para el baño cuando comience la temporada si todavía se está usando como válvula de escape para la Guardia Civil?, ¿harán magia para adecentarla?, ¿por qué se tiene que usar una playa como explanada de control para los porteadores si el Ministerio de Interior pudo haber hecho en su día una zona de control en la frontera y optó por meter el proyecto en un cajón? Joan Mesquida, por aquel entonces director general, le dio el visto bueno. El dinero se invirtió en otros asuntos y hoy tenemos estas consecuencias.
Que no nos vendan otra moto porque tontos, todavía, no somos. Aquí han querido tomar una decisión y vender lo contrario. Amor y odio no pueden ir, en esta ocasión, de la mano. Ni lo intenten.