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“Ceuta, Ceuta, Ceuta”

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Hoy no escribo por mí. Me limito a transcribir un breve folleto que he descubierto sobre Ceuta, con el mismo título que doy a este artículo, en el que hace 173 años su autor quiso dejar constancia de su admiración por la ciudad. De él sólo se sabe que se firma GARABITO, y con las siglas: “AyG”. Fue editado en 1842 por la Imprenta Alegría y Charlain de Madrid.

Cuesta de Santo domingo nº 8, y puesto entonces a la venta en cuatro librerías: En Madrid: Librería de Sojo. Calle de Carretas. Monier. Otra: Fontana de Oro e Hidalgo. Calle La Montera. En Cádiz: don Domingo Feros. En Algeciras: don Vicente Castaño y Moret.  De su lectura se colige que su autor pudo ser algún preso o desterrado en el Monte Hacho. El texto presenta algunas incoherencias, bastantes faltas de ortografía que he corregido, y un poema dedicado a Ceuta. Recojo todo el texto por su valor histórico.
PRÓLOGO: “A mis lectores. De otra manera pensaba yo poder llamar la atención del Gobierno, de las Cortes y de toda la Nación española, hacia el estado de abandono en que ésta tiene una de sus posesiones más importantes. Fue mi propio intento escribir un resumen histórico de Ceuta, adicionándolo con varias consideraciones sobre la importancia de esta plaza bajo el aspecto militar, político y rentístico, causas de su decadencia y medios que podrían emplearse para hacer renacer su industria y su comercio; mas, a las primeras diligencias mías practicadas con todo el ardor propio de un patriótico celo, hube de convencerme de que una obra, para presentarla al menos enriquecida con todos los datos que le fueran propios, no podría ver la luz pública sino en un plazo largo por lo exhaustos que están de tales noticias en las principales bibliotecas y archivos, y más largo aun si se atiende a la perentoriedad que es esfuerzo acudir al remedio de los males que aquejan a la infeliz Ceuta.
Otra de las consideraciones que ahora mismo me retraen del examen prolijo de sus desgracias, y de pintar con colorido propio su verdadero estado, es el temor a incurrir en alguna indiscreción: ¡quiera Dios que aun así me quede sin reprimenda, porque al, al fin, mi posición no es tan independiente como mi carácter!. Si se piensa por algunos que al escribir estos borrones me guía sentimiento de hostilidad contra el gobierno, la sola consideración de que los males que experimenta Ceuta datan de fecha muy antigua, creo sea bastante a salvar la culpabilidad de los miembros del actual gabinete; entre quienes, aun cuando existieses (si bien no lo imagino) algún enemigo de mis progresos, sobrarán otros que se holgarán de ellos, en razón del aprecio y justicia que hacen a mi hidalgo carácter de intenciones.
Réstame sólo dar una contestación anticipada a los lectores descontentadizos que noten desproporción en las dimensiones de este folleto; pues no faltará quien le compare a un monstruo horrendo con cuerpo diminuto y cabeza y pies descomunales: a esos, pues, criticones de marca quiero yo manifestarles que en la presente producción no tengo otras pretensiones que la de hacer un servicio a mi patria y a mi país digno de mejor suerte; y también quiero comprendan que las notas subsiguientes a la parte política han de reputarse parte integrante del texto y con él debieron amalgamarse, a no mediar la prudencia de mi pobre musa, que ha escrupulizado en su conciencia el pronunciar su desentonado canto. Consiga yo mis objetivos despertando aunque sólo sea un sentimiento de justicia en favor de una posesión cuya valía necesita meditarse; y más que cargan en tropel todas las plagas de silbidos y otras que aguarda resignado el infeliz”.  
A LA BELLA CEUTA:  “Gozábame en el sueño de las glorias/ que en tiempos más felices y propicios/ alcanzaron, ¡oh, Ceuta!, tus victorias/ y el inmenso poder de tus servicios/ inflamada mi ardiente fantasía/ con tal recuerdo de virtud y hazaña/ llegué hasta imaginarme que te veía/ dichosa y protegida por España/ dislates de la mente, que dormida/ da noche al sol, a un muerto de la vida/ escucha agora lo que yo durmiendo/ vi en ilusión patricia seductora/ y por mi desengaño tan tremendo/ llora conmigo, bella Ceuta, llora/ Vide, pues, cual los mares poderosos/ que tu foso confunde/ removían sus olas espumosos/ por entre la diversa muchedumbre/ la mercanta bajal, que guarecía/ a par del ancho foso tu bahía/ El muelle prolongado cual debiera/ hacinado de géneros se hallaba/ y la vista doquier se dirigía/ gusto y animación sólo encontraba/ Esos mismos jardines, hoy ornato/ sencillo y seductor de las mansiones/ ofrecían del arte un aparato/ compitiendo a natura en producciones/ tras justos privilegios, respetados/ formaban la ocasión de tu fomento/ de tus hijos la ocasión iba en aumento/ por leyes especiales gobernados/ era llegado en fin feliz día/ que tu rara importancia conocieran/ aquella que olvidarla no debieran/ completa estaba el tren de artillería/ y tus espesos muros/ los reparos se hacían sin apuros/ el dogma religioso contemplado/ de cien generaciones/ celosa le seguías observando/ sin proscribir fanática en tu suelo/ el uso de diversas religiones/ al mirar tu Presidio era consuelo/ ver un plan industrial desarrollado/ y extirpado el abuso, que hace hoy duelo/ de tener hasta el pronto aburrido/ al penado infeliz, que no cobra/ ni sus alcances, ni aun la triste sobra/ Reinaba el puro gozo de los hogares/ la población crecía por millares/ y allá en la alta sierra/ el bronce hablaba de victoria y guerra/ Mas, ¡ay! el estampido/ sonó tan crudamente/ de su funesto error/ queriendo despertarme/ en vano me incorporó/ pues sonámbulo lloró, postrado de terror/ Ceuta dijo tres veces/ su voz de trueno pasma/ admira su esplendor. Ceuta dijo tres veces, gigantesca fantasma”.
NOTAS: Difícilmente podrá encontrarse otra población que ofrezca las vistas más agradables en un anfiteatro en que encontrarán la general blancura de los edificios con el constante verdor de las plantas; la hermosura de un cielo siempre risueño, con el asombro de ver luchar y estrellarse a dos mares contra las moles inmensas que constituyen las fortificaciones del Recinto; en una palabra, Ceuta, por su clima, por la calidad de su terreno, por su posición topográfica y por cuantos dones ha ostentado allí la naturaleza, es una población lindísima, una concha toda anacarada, pero que no tiene perla. Una de las grandes particularidades que ofrecen las magníficas fortificaciones de Ceuta es la construcción de un canal que sirve de foso y abre comunicación entre los mares Mediterráneo y Océano Atlántico. Hasta el albergue humilde de pescador tiene destinado en Ceuta un trozo de terreno para cultivo de flores, en cuyo útil recreo son tan expertas las lindas africanas, que sorprenden del modo más agradable al viajero al correr aquellos pulidos jardines. Las casas de mayor extensión tienen, además del jardín, huertas espaciosas con árboles frutales e inmensos emparrados que producen los más abundantes y delicadísimos frutos. En la falda del Monte Hacho hay infinidad de posesiones de esta clase, independientemente de las que existen entre el caserío de la ciudad.
Las prerrogativas otorgadas a la plaza, que con impropiedad se han llamado privilegios, están basadas en razones de convivencia para la metrópolis, y de la más estricta justicia para sus habitantes, si se atiende a las privaciones sin cuento que allí se experimentan; pero independientemente de estos cálculos, que debieran motivar en su origen tan sabias concesiones, sin detenernos tampoco en considerar que ellas han sido aun ineficaces para proporcionar a la plaza aumento de su vecindarios, ni movimiento en su industria y comercio, es necesario tener en cuenta que la continuación de tales indemnizaciones o goces forman parte íntegramente del solemne Tratado de Paz celebrado en Lisboa el año 1668, por el que se incorporó Ceuta a la corona de Castilla, y de cuya puntual observancia sigue siendo garante el Reino Unido de Gran Bretaña. Véase, pues, con cuán poco acierto, con qué notoria injusticia, se han cercenado ya en la misma plaza algunos de sus más importantes privilegios.
La nota que antecede explica suficientemente las causas que hace de Ceuta una excepción para el sistema administrativo que rija en las demás provincias de la Península; pero cuando ellas no bastasen, y si el interés de dar vida a Ceuta, cuya importancia militar y marítima pocos desconocerán, tampoco fuese motivo para formar un sistema especial de gobierno adaptable a las circunstancias y necesidades, hay otras razones más poderosas y que no puede dejar de entenderse, porque una plaza cercada constantemente de enemigos, ya se le considere en el estado de sitio, ya en el de guerra, no puede ser reputada en igual caso al de los demás pueblos de la Península, ni consiguientemente fuera justo dejar de proporcionarle todos los alivios que dicta la prudencia de un gobierno benéfico, si ya por otra parte (y según llevamos dicho) no estuviese interesado en esta cuestión misma hasta el honor nacional.
Cuéntase de Ceuta, de esa plaza fortificada de primer orden, que ha llegado en algunas épocas a estar tan desatendido el pago de su presupuesto, que han tenido que arbitrarse medios extraordinarios por las autoridades locales a fin de hacer obras y reparos de importancia; no insisto más sobre este particular, y también omito decir algo acerca del material de artillería, siguiendo mi propósito del prólogo de no decir nada del Gobierno de España de 1842. A los que se horropilen con ver propuesta semejante reforma, al paso que saben sin que les causen escándalo, la tolerancia religiosa en la misma Corte Romana, centro del catolicismo; en Lisboa, capital de una nación vecina que tiene nuestras mismas creencias, y varios puntos gobernados por el cristianísimo rey de los franceses, bien podría decírsele con referencia a textos irrecursables, que nada parece más conforme a nuestra sacrosanta creencia como la tolerancia de que se trata; pero no siendo de mi propósito abordar esta cuestión generalizándola, la circunscribo a Ceuta, donde ninguna sensación desventajosa  habría de producir semejante medida, porque cabalmente la religión más opuesta a la venerada que profesamos, la mahometana, hace muchos años que tiene allí su asiento, pues hay un barrio entero habitado por hijos del Profeta, quienes, además, han empuñado las armas defendiendo con fidelidad los intereses de España: hablo de una compañía denominada moros mogataces.
¡Doloroso es decirlo!, pero el Presidio de Ceuta que es el más numeroso y el que envuelve mayor responsabilidad por la clase de criminales que encierra, está cabalmente desatendido en la proporción de seis a veinte respecto a los demás de la Península, y en punto a sobras, hace años que allí no las perciben los presidiarios; no es fácil atinar con la verdadera causa de semejante desorden, aunque conviene advertir que aquel Presidio es el único sostenido por la Administración militar, y tal vez no esté reputada esta carga como de pago preferente en el ramo de la guerra, al paso que siempre se ha clasificado con tal preferencia en la distribución de fondos del Ministerio de la Gobernación que atiende a los demás presidios del Reino. GARABITO”. Por mi parte, felices Fiestas a todos.


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