Que las obras en Ceuta se eternizan es algo que no se entiende. Recuerdo cuando el anterior delegado del Gobierno insistió en la necesidad de cerrar el Biutz y abrir un nuevo paso para las mercancías. Se habló con el Ministerio del Interior y sus técnicos estudiaron cual era la zona idónea para su apertura.
Y nació el Tarajal II, con todos los adelantos y que, en teoría debe suponer, ya la participación de la Guardia Civil, Cuerpo Nacional de Policía y hasta la propia Agencia Tributaria. Pero vamos, esta columna no es para analizar si el Tarajal II servirá o no servirá para mejorar el control de mercancías. No es el objetivo, sino ver, como una pequeña obra si la comparamos con otras grandiosas de infraestructuras entrará en funcionamiento dos años después de su finalización. Primero, fueron los obstáculos de que quedaban pequeños detalles, luego los problemas que tenía Marruecos para terminar la urbanización en su zona y, por fin, que la Ciudad debía acometer unos pequeños trabajos de perpetración con vallas para las colas.
¿Por qué se eternizan las obras? Debe ser por aquello de estar al otro lado del Estrecho. Nadie conoce el motivo. Pongamos dos ejemplos nada más y lo entenderán todos. Y para esos ejemplos, el Parque Marítimo del Mediterráneo y el Auditorio del Revellín. Cuando César Manrique subió al Hacho y desde allí vio claramente los terrenos ganados al mar y propuso la creación de una nueva versión de los Lagos Martiánez estaba de alcalde Fructuoso Miaja Sánchez, es decir, el año 1987. Pues bien, la inauguración del Parque fue en el año 1995.
Un año después, siendo presidente de la Ciudad, Jesús Fortes, vino a Ceuta el arquitecto portugués Alvaro Siza para su proyecto de Auditorio. Ahí nació el encargo de la Ciudad, sin embargo la inauguración no vino hasta el año 2011.
Y seguramente si seguimos buceando en el baúl de los recuerdos encontraremos muchos más ejemplos de como se proyecta una obra y al final duerme el sueño de los justos y se finaliza dos lustros después. Se admiten más ejemplos.