Cualquiera podría pensar que si llueve, el Camino se convierte en un tormento.
Si la lluvia es torrencial, como puede ocurrir en ocasiones en Galicia, nuestro consejo es buscar un lugar a cubierto y esperar un momento más propicio.
Pero si la lluvia es razonable y hemos tomado las precauciones de vestimenta y calzado; poncho abierto o traje impermeable, polainas para evitar que el agua entre en los zapatos o botas y lógicamente adaptadas para la ocasión, no debemos tener problemas.
Entonces recorrer esos caminos, aislados dentro de nuestros capotes y oyendo como golpea y corre el agua por nuestro cuerpo, ver los montes, arboles, paisajes, charcos, …. y la bruma de nubes que lo envuelve todo, le da a nuestro entorno un aspecto de misterio y un reto añadido que nos reconforta y valoramos positivamente.
Cuando todo esto ocurre, dificulta la comunicación con los otros peregrinos, debemos ir más pendientes del suelo, al tener que esquivar los charcos nos obliga casi siempre a ir en fila, buscado los mejores pasos y la capucha nos impide mantener una conversación fluida, el resultado es que nos aislamosos y nos permite interiorizar pensamientos, sensaciones y emociones. De verdad que es muy agradable y diferente.
Buen Camino.
Federico