Entonces mojó el bocado, lo tomó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y tras el bocado entró en él Satanás. (Ju. 13,21-26). Ella dice que su amiga Ritka,(Rebeca), una gran rabaní, que conoce la Torá a la perfección, el texto evangélico se refiere a la metilá, un trozo de pan cortado a pellizco, que se moja en sal en cada Pascua. Recordemos que el cordero era asado, sin salsa alguna, y las verduras se comían crudas, amargas, celebrando el momento amargo que revivían. La sal era un bien muy preciado en aquella época. También Jesús hace referencia a la sal en Mat. 5, 13: “Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres”. Por tanto, el valor simbólico de la sal era evidente en el ritual de la liturgia. “Y es que es verdad”, le decía yo a Myriam, “tenemos que ser sal de la tierra para cambiar al mundo y que sea mejor”… Myriam me comentaba además el deseo de las autoridades judías y palestinas por querer arreglar el conflicto que tanto dolor y sufrimiento está causando. Muchachos palestinos que construyen túneles desde sus ciudades, mueren asfixiados por el calor y el polvo que se desprende en su interior. Las dos estamos de acuerdo en que falta aún sal en la tierra, por eso existe tanta barbarie y tanta tragedia. “Si hay un próximo bombardeo no me voy al refugio, me quedo en casa y que sea lo que Dios quiera”. Una de sus nietas le dice que rece mucho. “Reza sin parar, que tú eres católica”. Me cuenta que están llegando muchas familias desde Etiopía, que son perseguidas en su país. “Pertenecen a la tribu de Dam. Vienen con los niños atados en la espalda. Llegan con lo puesto. Por los altavoces nos dicen que bajemos a la calle todo lo que nos sobre en las casas, para amueblar las viviendas de los recién llegados. Y al momento, me gustaría que lo vieras, se ha bajado de todo. Los israelitas son gente sencilla, pero increíbles. Aquí se ayuda al necesitado sin hacer ningún alarde de nada, se practica la misericordia, como bien está contemplada en la Torá”. Me dijo que hace unos días regresaba a casa después de haber estado con la fisio. “Me encontré a un niño etíope que pedía dinero para el autobús, y poder regresar a su casa. Se lo di y además lo invité a una bebida y un felefel, que es una pita de pan redondo sin miga, y se rellena de garbanzos fritos molidos, acompañado de ensalada. Estaba el chiquillo contentísimo. Me despedí de él y a continuación fui a comprar algo de comida en el supermercado que tenía justo al lado. Es curioso, todo lo que compré lo habían rebajado de su precio habitual… ¡Haz lectura del tema! Luego me fui un rato con mis amigos del café. Las mujeres, con tanta edad, y sin embargo, tienen cara de niñas. No tuvieron niñez y en sus rostros ha quedado impresa esa etapa de sus vidas, que les falta. Me enseñaron el brazo donde les grabaron los nazis un sello a fuego. Yo entonces las animé a que superasen ese trauma, que aquello es el pasado. Hay que estar para la ayuda que cada uno necesite… Aún llueve mucho en Aguas Claras, y el viento azota con fuerza a los árboles del bosque. Los discípulos han cerrado la casa a cal y canto, para que no penetre el agua, pero esto hace que deban convivir con el denso humo negro que sale de la cocina. Santiago, Juan y Andrés están arreglando los tejados con algunas piedras lisas que han conseguido. Tomás, en la cocina, está con toda la cara tiznada, y los demás bromean al verlo así. Pedro entiende de los cambios de tiempo, por lo que sale a la puerta para ver la dirección del viento, pero entra enseguida con aire de misterio en el rostro. Habla bajito y dice que la mujer del velo está bebiendo agua del pozo, lleva un poco de leña y está toda empapada. Los discípulos hacen comentarios sobre ella, quisieran ayudarla, pero no saben cómo. Jesús escucha en silencio, mientras da forma a un palo para hacer un trinchete, valiéndose de un cuchillo bien afilado, con el que sacar las verduras cocidas. Se lo da a Tomás sin decir aún palabra alguna, pero ante la insistencia de sus discípulos a dar Su opinión, les dice que es un alma que viene a sanar sus heridas y a que se le perdonen su pecados. “Para Mí sois almas y Yo reconozco a todas”. Iscariote, que ahora se encuentra humilde y bueno, le dice a Jesús que él pensaba de ella como si fuera una mujer mala o con lepra. Un día la siguió y vio que vivía en una pequeña choza del bosque, casi en ruinas. Una cueva sepultada entre la maleza agreste. Jesús le dice que no está bien seguir los pasos de ella para curiosear, aunque le comenta que está muy contento al ver su cambio, le pide que siga siendo bueno y acaricia sus cabellos. Pedro dice que donde ella vive es un lugar húmedo e insalubre. “Un día la vi y le pregunté si era leprosa, me contestó con un No que apenas si se oía. La pobre estaba temblando de frío. Le dije que quería ayudarla, que no tuviese miedo de un viejo”. Jesús está pensativo, luego les pregunta qué se debe hacer. Simón Zelote contesta que hay que ayudarla, y Bartolomé propone trasladarla al almacén que han habilitado para los peregrinos. Tadeo sugiere comentárselo además al panadero de la aldea cercana, pues tiene cuadras vacías, y Felipe apuntilla que cuando los fariseos conozcan el suceso, los criticarán. E Iscariote agrega que ellos criticarían al mismísimo Abraham, Jacob y Moisés, y a todos los Profetas juntos. “Bien, tenemos de todo para ayudarla. Que vayan Pedro, Simón y Bartolomé para decirle que se venga”, decide Jesús. Al poco rato regresan contentos. Les ha costado trabajo hacerla entrar en razones, pero está diluviando. “Ahora le llevo las verduras cocidas y alguna ropa de abrigo”, dice Pedro. “Que nadie se acerque a molestar. Haced siempre el bien en silencio”, ordena Jesús.”Hoy no teníais nada que hacer por la intensa lluvia, pero habéis ayudado al prójimo, todos son creaturas de Dios. Vuestra generosidad hace que a ella le sea fácil encontrar más pronto el camino del Señor. Israel tiene hoy maestros que hablan mucho, pero no convencen, pues no dan buen ejemplo. Hablad menos y haced más obras santas. Ayudad al que sufre. Quien ama se salvará a sí mismo y a los demás. El amor lo puede todo”. Pedro está emocionado. Se atreve a decir:”ella dijo que sea bendito el Salvador y quien Lo ha enviado”. También nos bendijo a nosotros, incluso quería besarme los pies, yo, que soy un miserable. Ella lloraba sin consuelo, Señor”. Jesús los alienta y conforta. Está contento, pues ellos cada día aprenden a ser mejores. Es la hora de la comida. El Rabbí bendice los alimentos que ha preparado Tomás. Todos meditan en silencio. Al día siguiente parece que ha mejorado el tiempo. La gente llega a Aguas Claras para escuchar las Palabras del Maestro. Algunos se acercan a Jesús a preguntarle por sus asuntos personales. Él los atiende y los conforta. Hay un niño sentado en las faldas de su madre, tiene las piernas rotas y ningún médico pudo curarlo, es a causa de un carro herodiano que lo arrolló en la carretera y estuvo a punto de matarlo. “Apenas puede estar acostado, le duele mucho y llora siempre. Le duelen los riñones, la espalda; los dos huesos ilíacos le hacen rabiar de dolor”, dice su madre a Jesús. El Maestro lo coge en brazos y le pregunta a la mamá: “¿Sabes quién soy?”- “Eres el Mesías, que nos llenas de esperanza y nos das la vida”. Se va Jesús con el pequeño al fondo de la sala y lo sienta en Sus rodillas. El niño juguetea con los cabellos rubios del Señor.”Se dijo “ocúpate de un trabajo honesto y el séptimo día dedícalo al Señor”, con la orden de descansar el día del sábado, así lo dice el Génesis sobre la Creación. Pues el cuerpo cansado tiene necesidad de descanso, como el buey que ara la tierra o las ovejas que dan leche. A los campos se les deja descansar para que absorban nuevos nutrientes, y todos obedecen las leyes eternas. El hombre debe imitar a Su Señor. Ese día se dedica a la familia. Y al Padre Santísimo. Que la casa se llene de amor. Y el trabajo que sea honrado, donde no se roba, ni se defrauda al obrero y se le da el salario justo. Algunos golpean a sus trabajadores olvidando el amor al prójimo, por lo que peca ante Dios, y su ganancia está maldita, aunque dé limosna al Templo. Para santificar las fiestas hay que meditar y reparar los pecados cometidos. Es un día para el examen espiritual, que se lleva a cabo con humildad. ¡Que Dios quiere obras vivas! Muchos emplean ese día para el vicio, como la embriaguez o la lujuria. Mirad a un pequeño que se cae una y otra vez hasta que se hace fuerte, y mientras, llora. Sus padres lo consuelan siempre. Igual hace con nosotros nuestro Padre Celestial, que nos lleva en Sus brazos hasta que nos hacemos robustos en el espíritu. Con la fe en nuestro Dios todo se puede. Dios ama a las almas que se hacen sencillas y puras, como un niño. . Mirad a este pequeño en Mis brazos, que los médicos han desahuciado. Está dormido, pero antes era puro llanto por el dolor. Le dije “ven” y en Mi rostro sólo vio amor, por eso dijo “sí”. Se ha reído, ha jugado con Mis cabellos”… El pequeño se despierta sonriente. Se llama Juan. Jesús lo invita a ir junto a su mamá y lo bendice. Antes de irse besa al Mesías. Su madre grita al verlo andar, y la gente le secunda, pues todos están asombrados del milagro. “¿Por qué grita la gente y mi mamá?”, pregunta el pequeño a Jesús. El Maestro le responde que todos están contentos y emocionados al ver que él anda sin dolor. “Observad a Juanito. Si caéis en pecado y estáis heridos, tened fe en el amor de Dios. La paz sea con vosotros”. Jesús sale con sus discípulos ante la admiración de todos, que se van marchando con suma alegría. Al día siguiente el Rabbí sigue con el Decálogo ante una multitud que ha llegado para oírle:”… También se nos dice “No matarás”, y Yo pregunto si se comete sólo pecado de homicidio”. Se levanta un sinagogo venido de Emaús, Cleofás, que habla con mucho respeto.”Señor, Tú eres la Sabiduría y la Verdad. Ilumina nuestras tinieblas, pues hemos venido a que nos enseñes y no queremos equivocarnos”. Se inclina antes de sentarse, con gran devoción al Maestro. Jesús responde con enorme afecto:”… El que mata, antes de presentarse ante Dios para pedir perdón, se preguntará “a quién he matado”, “cómo lo hice” y por qué lo maté. La Ley antigua distingue entre hombres libres y esclavos, pero ahora está la Luz entre vosotros, y os dice que quien mate a un semejante peca contra el hombre y contra Dios. Al hombre lo creó Dios, que es perfecto, a Su imagen y semejanza, para que fuese rey de todo lo creado, por eso el pensamiento del hombre tiene que ser perfecto. Nada hay en la Naturaleza que sea más perfecto que el hombre. No podéis decir que cada animal tiene su lenguaje. El hombre tiene un cerebro, donde reside la inteligencia, con sensaciones y pensamientos propios. Adán dio a cada animal su nombre, y luego fue dando otros nombres conforme iba conociendo otros animales que son obra de Dios, de tal forma que la “chispa” divina existe en el hombre, y no sólo engendran hijos, sino que crean cosas útiles, si están unidos a Él. O nocivas, si están contra Dios. Si crean cosas malvadas, dañan al prójimo, que es torturado por el perverso ingenio humano. Pero Dios quiere al hombre con predilección, aunque sea malo. De tal modo, que envía a Su Verbo para salvar al hombre, y siendo Espíritu purísimo, quiso que expiase la culpa del hombre. El Padre Me dijo: “Serás Hombre, el Hombre- Dios, pues el que Yo creé en el Paraíso Celestial, se manchó de pecado, y allí no puede haber nada impuro. Delante de Dios sólo puede haber santidad. Ahora el hombre está manchado. Ve y límpialo, serás el Redentor sin culpa original. Y quienes Te precedieron sobre la Tierra, y quienes Te seguirán, tendrán vida para siempre. La única creatura que tiene en común el alma espiritual con el Padre Creador, es el hombre, que es hijo de Dios. Por tanto, si se mata a un hijo, también se hiere a su padre, y se injuria a Dios. Matar es hacer violencia a Dios y al hombre, y es también penetrar en el dominio de Dios y faltar al precepto del amor. Quien mata no ama a Dios, ni ama al prójimo. Más aún, si se atenta contra la mujer que lleva un hijo en su seno, se mata dos veces. Se puede matar sin intención, y entonces no hay culpa. Según el Mandamiento de Dios, el vientre que lleva un nuevo ser, es sagrado, ya que Dios ha dado un alma a esa vida… Y ahora, escuchad vosotras, mujeres que estáis calladas y que secáis el fruto que crece en el seno: esto es también matar con culpa. Queréis quitar ese fardo de vuestras espaldas, para ir ligeras. Pues sólo hay una manera de no tener el peso: que seáis castas. Dios lo ve todo: la lujuria, la violencia, la desobediencia… Hay muchos porqués para justificar el crimen. Y Dios perdona a los arrepentidos, pero no, a los que persisten en su rebeldía. Para estar unidos a Él, obrad siempre el bien, contentos con lo que tenéis, sin arrebatar a nadie lo que es suyo, sin aspirar a más asesinando al prójimo. Algunas veces el hombre no se puede frenar, porque es Satanás quien le impulsa, y él no se contiene en su ferocidad, dando sin parar a la víctima hasta matarla. Pero es una ira que se puede controlar, para que no aumente más el odio, que es satánico, y se tenga piedad con el hermano. Pues si no, cometéis un pecado de homicidio, de ira, de violencia, de soberbia… Y si matáis para robar, cometéis además pecado de avaricia. No olvidéis que la calumnia es un pecado de homicidio, que os explicaré otro día. Meditad en lo que os digo. Hay veces que un amo hiere a un siervo hasta que muere entre sus manos. El alma del siervo es de Dios, y sin embargo, el amo lo ha tratado peor que a un buey”. En esos momentos las caras de los asistentes se muestran espantadas, porque Jesús se ha alterado y parece emitir rayos y truenos desde Su cara. Jesús continúa:” ¡Maldito sea todo el que hace tanto daño! Ahora existen hipócritas en Israel que se fingen santos, pero eluden la Ley de Dios. Sin embargo, la Nueva Ley no admite el odio de estos miserables poderosos, que dejan caer muertos a sus siervos en los campos donde les trabajan. Los acusan de delitos que no existen y los golpean con sadismo satánico. Hasta se nombra a Dios para poder golpearlos con tanta ira. Y Dios dice “¡Basta!”, pues el bien no cabe donde está todo lleno de mal. Se repite que Caín mate a Abel muchas veces. Éstos que actúan así son inmundos sepulcros blanqueados por fuera, con palabras de la Ley que no practican, y en cuyo interior se pasea Satanás con mucha astucia. Dios no mirará benigno a estos malvados. En verdad os digo que cada justo es un Abel, aunque esté cargado de cadenas, aunque esté sangrando por los azotes que recibió de su amo. Pero los injustos Caínes que dan a Dios lo que está manchado de sangre, no serán perdonados. Los que profanáis el milagro de Dios, sois asesinos sacrílegos, ¡y os quiero fuera de Mi presencia! Y lo puedo decir porque soy la Palabra Divina, que traduce el Pensamiento Divino. ¡Marchaos!”. Ha terminado de hablar y causa miedo e impone temor. Todos están asolados, mientras Él señala hacia la puerta con energía. La niñita que estaba a sus pies corre hasta su madre llorando de miedo. Los discípulos no saben a quién dirige el Maestro Sus Palabras, y la gente se mira entre sí intentando descubrir algo más…. BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, “Poema del Hombre Dios”, t.II; Prov.25,24; Exd.20,8,11; Dt.5,12-15;Gén.2,2-3;Ex.31,12-17;Ex.20,13;Dt.5,17; Ex.21,12-32; Lev.24,17-20;Núm.35,9-34;Ex.21, 20-25; Gén.2, 19-20; Gén.1,28; 9,1;17,6;49,25;Ex.23,20-26; Dt.7,7-16; 28,1-19;Mat.23, 13-39;25,41-46;Lc.9, 51-56.